Simón el caracol y el compostador del jardín

Y así fue como el caracol Simón, el más feliz de todos los caracoles, se quedó a vivir dentro del compostador del jardín y, comiendo, comiendo, ayudó a convertir todas aquellas hojas de col, hojas de lechuga y hojas de hojas en un abono buenísimo que sirvió para alimentar todas las plantas del jardín. Y estas plantas, gracias a este abono, se hicieron muy grandes y lozanas y les crecieron muchas hojas que, con el tiempo, acabaron dentro del compostador. Y el caracol Simón se las fue comiendo y comiendo y las convirtió, de nuevo, en abono.

Y así fue una y otra vez, y aún otra y otra. Corrió la voz por el jardín y, al final, todos los pequeños organismos que residen en todos los jardines, como las babosas, las lombrices o las tijeretas, acabaron viviendo dentro del compostador del jardín y, comiendo, comiendo, fueron convirtiendo todas aquellas hojas en abono.

Y, de esta manera, ni a aquel caracol tan campechano, ni a sus pequeños amigos, ni a las plantas de aquel jardín, les faltó nunca la comida, y todos vivieron felices para siempre.