Muy a menudo en nuestro vermicompostador observamos unos organismos muy pequeños parecidos a pequeñas arañas, de sólo unos cuantos milímetros de longitud, que se desplazan rápidamente por la tapa o por la superficie de los restos, o que permanecen inmóviles y agrupados. Son los ácaros.

Los ácaros son unos seres vivos diminutos que pertenecen al grupo de los arácnidos. Son, pues, parientes de las arañas y los escorpiones. Podemos encontrar ácaros en casi todos los ambientes, tanto terrestres como acuáticos, incluso marinos. No nos debe extrañar que puedan vivir en nuestro vermicompostador. De hecho, son uno de los grupos de animales más abundantes en los diferentes estratos del suelo, y debemos recordar que el proceso que tiene lugar en el vermicompostador es el mismo que sucede con la materia orgánica en la naturaleza.

Como todos los arácnidos, no tienen alas, ni antenas, y tienen cuatro pares de patas. Como característica propia de los ácaros podemos destacar que no tienen el cuerpo diferenciado de forma clara en dos regiones. En su morfología interna sí que se pueden diferenciar un prosoma y un opistosoma, que son los dos segmentos del cuerpo de las arañas, pero esta segmentación en casi ninguna especie de ácaro se ve reflejada en el exterior. Podemos distinguir el gnatosoma, que es la región bucal del ácaro, y el idiosoma, que se podría decir que es el cuerpo.

En el gnatosoma se encuentran la boca y algunos apéndices: los quelíceros y los pedipalpos. Los quelíceros son apéndices con función alimenticia, que acaban en pinza. Esta pinza habitualmente está formada por un dedo fijo y un dedo móvil. Este dedo móvil en algunos casos está modificado. Algunos ácaros parásitos de plantas tienen este dedo transformado en un estilete que les sirve para perforar las células de las plantas de las cuales se alimentan y extraerles el contenido. Otras lo tienen modificado en forma de arpón, de manera que cuando pican a un huésped quedan enganchados. Es el caso de las conocidas garrapatas. Los pedipalpos tienen función básicamente sensorial. Para esta finalidad tienen una serie de pelos sensoriales. En la región bucal también encontramos las glándulas sericígenas, las productoras de seda.

En el idiosoma encontramos las patas. Casi todas las especies tienen ocho patas en la fase adulta, pero muy a menudo algunas larvas sólo tienen seis. Tanto el idiosoma como las patas también tienen sedas sensoriales, así como otros receptores. Por ejemplo, en la parte anterior del idiosoma podemos encontrar ocelos, unos receptores de luz muy simples. También encontramos los orificios genitales, el anal y los respiratorios. Se observan dos sistemas respiratorios diferentes, pueden respirar a través de la piel, y también a través de unos orificios, que se conocen como estigmas, que conectan con un sistema interior de tráqueas, dónde tiene lugar el intercambio de gases. Muchos grupos de ácaros tienen los dos sistemas, pero hay grupos que sólo tienen uno de los dos. En referencia a la reproducción, los ácaros tienen los sexos separados, es decir, podemos encontrar machos y hembras. Los intercambios de esperma se realizan a través de unas estructuras de seda, los espermatóforos, que el macho deposita en el sustrato o directamente cede a la hembra. En general, el ciclo vital incluye diferentes estadios larvales. Cómo hemos comentado antes, en la mayoría de especies la larva tiene seis patas.

Están adaptados según las condiciones del medio donde viven y según su alimentación. Según la alimentación encontramos los siguientes grupos:

- Ácaros depredadores: son ácaros de vida libre, que se alimentan de insectos, de nemátodos (unos pequeños gusanos), de colémbolos y de otros organismos del suelo. Son animales de desplazamientos rápidos, con la piel más endurecida que otras especies de alimentación diferente, y con quelíceros adaptados a la captura de presas. Algunos ácaros acuáticos, por ejemplo, tienen los pedipalpos transformados en pinzas para esta finalidad.

- Ácaros parásitos: se alimentan de otros organismos vivos, tanto vegetales como animales. Encontramos especies que son muy perjudiciales para los cultivos, y otras que son perjudiciales para los animales, incluso para el hombre. Cabe mencionar el caso de las garrapatas, que pertenecen a este grupo, y que se alimentan de la sangre de mamíferos. Algunas especies se usan para controlar plagas de insectos y de malas hierbas en los campos de cultivo, puesto que se alimentan de ellos hasta causarles la muerte.

- Ácaros saprófitos: su alimentación se basa en restos de materia orgánica. Su piel es más blanda y sus movimientos más lentos que los de los ácaros depredadores. Podemos dividir los ácaros saprófitos en microfitófagos y macrofitòfagos. Los primeros s’alimentan de hongos y bacterias, mientras que los segundos lo hacen de vegetales muertos, incluso de madera. Estos son los descomponedores primarios, puesto que son muy voraces, pueden llegar a digerir el 20% de su peso al día. Además, dejan los restos orgánicos preparados para que puedan actuar los hongos y bacterias sobre ellos, puesto que los trituran y los degradan químicamente. Los ácaros microfitófagos, por su parte, se alimentan de estos hongos y bacterias, contribuyendo a su dispersión y estimulando su crecimiento.

Cómo hemos visto, los ácaros intervienen directamente en el ciclo de los restos orgánicos, sobre todo vegetales, en el suelo. Por eso es por lo que no nos debemos preocupar si los vemos en nuestro compostador. Estos ácaros no son los que a algunos de nosotros nos causan alergia, no son perjudiciales para nosotros, más bien al contrario, ¡hacen de nuestro compostador un auténtico ecosistema.