Las plantas de los balcones necesitan humus de lombriz para crecer bien. A mí me gustan mucho mis lombrices, pero, a veces, a mis amigos no les gustan demasiado, especialmente a mis queridos amigos y compañeros de piso japoneses. Dicen: ¡Asqueroso! ¡Espantoso! Me pregunto si mis gusanos se sienten insultados…

Siempre intento explicarles que somos nosotros los que asustamos a las lombrices y que éstas son como ángeles y que, tenerlas, es una sencilla manera de dar las gracias a la Tierra, que nos da alimentos, que nos ha dado nuestros cuerpos y todo cuanto tenemos y amamos.

Nosotros, los humanos, nos pasamos la vida convirtiendo cosas bonitas en cosas inútiles, convirtiendo bosques en vertederos y urbanizaciones. Las lombrices hacen justo lo contrario. Ellas convierten los restos de cocina en rico compost, el cual hace crecer flores perfumadas y hierbas aromáticas. Las lombrices son nuestras salvadoras.

En mi propia visión del futuro, por toda la ciudad habrá gente plantando jardines frondosos y originales en sus balcones y tendrán vermicompostadores en cada uno de ellos y evitarán, así, que los restos de comida vayan a parar a los vertederos y, además, mantendrán la fertilidad donde debe estar: la tierra. Podéis ver esta visión de futuro aquí: http://permaculture.org.au/2006/03/13/living-donde-the-edge-the-balcony-
garden-designers-guild/ (o introduciendo en el google 'PRI balcony garden').

Hay muchas cosas a mejorar en este viejo y cansado mundo nuestro, y la mayoría están fuera de nuestro control. Un jardín en el balcón es lo bastante pequeño para ser perfecto, tal como yo me lo imagino. Incluso si no tenéis jardín, ni tierra, podéis conseguirla con las lombrices.

El color negro del vermicompostador no es el más bonito de los colores y, además, el negro absorbe el calor y las lombrices necesitan mantenerse frescas como sea. Yo podría haber pintado mi vermicompostador con pintura acrílica, pero no sabía si sería lo bastante resistente. En lugar de eso, llevé mis ilustraciones a una imprenta local y les pedí que las convirtiesen en un gran adhesivo resistente al agua y a los rayos UV y enganché el adhesivo en el compostador. Eso me llevó tiempo y me costó unos cuantos cientos de dólares (australianos), pero es una obra de arte, por lo tanto merece la pena.

Y aquí tenéis otro de mis sueños: encontrar patrocinadores ricos o administraciones locales comprometidas para montar una elegante exposición de vermicompostadores en la ciudad y animar, así, a la gente para que se instalen su vermicompostador en casa. Otros consejos que os doy para convertir el compostador en un palacio que no moleste a compañeros de piso puntillosos son:

1. Trocead los restos de comida bien pequeños cuando cocinéis.
2. Guardad los restos en la nevera en un contenedor de plástico cerrado
3. Dad de comer a las lombrices sólo cuando ya se hayan acabado los últimos restos aportados.

De esta manera, los restos se descomponen rápidamente, sin olores, y el compostador se puede usar, incluso, como mesita auxiliar desde la cual podréis disfrutar de vuestro paraíso en el balcón.

Os invito a disfrutar del resto de mis ilustraciones y de mi blog:

www.ceciliamacaulay.com.ave
www.balconyofdreams.blogspot.com

Autor: Cecilia Macaulay