El compost que se hace en casa tiene múltiples ventajas. Da consistencia a los terrenos arenosos y esponjosidad a los más fangosos. En ambos casos proporciona una textura ideal al terreno y ayuda a retener los nutrientes que antes se perdían. También retiene la humedad con un buen drenaje al mismo tiempo. Está más que comprobado que el compost es un elemento indispensable para evitar la erosión, por ejemplo, de los taludes o los parterres.

La propiedad más conocida del compost, sin embargo, es la aportación de nutrientes de manera progresiva. Esto se debe a la degradación, descomposición y transformación de los restos vegetales en un producto asimilable para las plantas, que absorben sus minerales de forma sostenida. Además, durante el proceso de compostaje se neutralizan posibles elementos tóxicos o patógenos. Esto ya lo sabían nuestros antepasados y es por ello que compostaban todos los restos en el antiguo estercolero, mezclando las heces de los animales de granja con los restos de la cosecha. Un reciente estudio de Teagasc (Organismo para el Desarrollo de la Agricultura y la Alimentación) y el University College de Dublín ha demostrado que la materia orgánica transformada en compost es capaz de suprimir varias enfermedades transmitidas por el suelo y que las bacterias y hongos presentes en el compost pueden ejercer un control biológico contra patógenos vegetales, en colonizar las raíces y en consecuencia hacer que los patógenos no la puedan colonizar.

Al no ser necesarios productos químicos, ya que el compost devuelve a la tierra los nutrientes que ésta necesita, también se incrementa la cantidad de microorganismos beneficiosos para el ciclo natural de la vida. Así, se favorece la vida en el suelo y esto sirve para que las lombrices y otros organismos aireen la tierra, eviten que ésta se compacte y favorezcan, así, el arraigo de plantas y hortalizas.