La naturaleza nos muestra el ciclo de la vida año tras año.

En todas las épocas del año y especialmente durante el otoño, las plantas dejan caer sus hojas, ramas, frutos, etc. al suelo, obteniendo como resultado una aportación en toneladas de materia orgánica en la base del bosque.

No obstante, estas toneladas de materia orgánica no se quedan ahí, ya que se puede ver como en poco tiempo desaparecen. La pregunta es ¿a dónde van?

La respuesta es muy sencilla, ya que toda una serie de condiciones climatológicas (sol, frío, viento, calor, etc.) y un gran número de organismos de todas las clases se encargan de llevar a cabo su descomposición y de devolver al suelo lo que los árboles han utilizado para nutrirse y formar sus frutos.

Este tipo de ciclo es lo que se llama ciclo cerrado, donde todo material utilizado vuelve a su punto de partida después de realizar la función por el que fue obtenido. No obstante, la sociedad humana utiliza en este caso el proceso contrario, convirtiendo en residuo todos los recursos que utiliza para vivir y crecer.

Así pues, haciendo compost convertiremos los restos de comida que produzcamos en un material apto para volver al suelo, de donde ha salido, contribuyendo de esa forma al ciclo cerrado de la vida, que a veces tanto nos empeñamos en romper.