El pH es un valor que nos indica si un producto o material es ácido (pH inferior a 7), alcalino (pH superior a 7) o neutro (pH igual a 7). Conviene que el compost sea lo más neutro posible porque los microorganismos responsables de la descomposición de los restos orgánicos no toleran valores muy alejados del 7. Si esto se produjese, el proceso de compostaje se detendría o se ralentizaría notablemente.

En general, los restos de monda de los cítricos (naranjas, limones, mandarinas, etc.) y las hojas secas de los pinos, entre otros materiales, suelen aportar valores bajos de pH al ser ricos en ácidos orgánicos. En cambio, el césped, los restos verdes de cocina o de jardín i las cenizas de maderas o leñas naturales pueden incrementar el pH, puesto que liberan compuestos alcalinos.

Los restos vegetales frescos (los de cocina, del jardín o del huerto, el césped, etc.) son ricos en nitrógeno. Cuando se descomponen, este elemento puede escaparse del compost (y por tanto perderse) en forma de amoníaco (NH3), que es un gas de marcado carácter alcalino y cuyo olor característico le delata cuando se forma en el compostador.

La formación de amoníaco tiene un doble efecto: por un lado alcaliniza ligera y temporalmente el compost (incrementa un poco el pH) y por otro lado supone una pérdida de nitrógeno, el cual, como es sabido, es un gran fertilizante de los suelos. Por tanto, este segundo efecto es más grave que el primero al afectar a la calidad final del compost como abono para nuestras plantas.

En cambio, la alcalinización que supone la formación de NH3 es poco importante, porque es muy limitada en el tiempo y la subida de pH es escasamente significativa, con lo cual no afecta el producto final, el compost maduro.

Tanto la pérdida de nitrógeno como la ligera alcalinización pueden evitarse si los restos verdes se mezclan, en el momento de depositarlos en el compostador, con materiales secos (ricos en carbono), puesto que éstos son capaces de combinarse con las moléculas de los restos frescos, retener el nitrógeno que se libera y compensar la alcalinización que los materiales verdes puedan producir.

Si queremos compostar una gran cantidad de un determinado material de pH extremo o muy acusado, tanto si es ácido como alcalino, corremos el riesgo de alterar las condiciones óptimas de trabajo de las bacterias y hongos que descomponen los restos orgánicos y esto afectaría, por tanto, el proceso de compostaje.

Es necesario precisar, sin embargo, que cuando hablamos de grandes cantidades nos referimos a las que se generan en industrias o empresas que trabajan con materias primas orgánicas. Por ejemplo, las fábricas de jugos de cítricos producen enormes cantidades de restos de estas frutas, las cuales se deben mezclar, si queremos someterlas a un compostaje eficiente, con otras grandes cantidades de otros materiales de pH complementario.

En cambio, éste no es el caso de los restos de cítricos producidos por una familia, aunque ésta sea numerosa o consuma muchos cítricos (por ejemplo, para elaborar zumos destinados al consumo familiar). En este caso no es necesaria una precaución especial, puesto que la mezcla de los restos de cítricos, en el compostador, con otros materiales procedentes de la cocina o del jardín, será suficiente para equilibrar o compensar las pequeñas variaciones de pH que puedan ocasionar, en el compost, los restos de cítricos.

A lo largo del proceso de compostaje el pH va cambiando en función de los materiales iniciales, pero al final el compost maduro suele tener unos valores de pH bastante cercanos al neutro, aunque es muy difícil en la práctica conseguir compost con un pH exactamente igual a 7. Casi siempre obtenemos valores que se apartan ligeramente de la neutralidad, unos tienden hacia la acidez, mientras otros lo hacen hacia la alcalinidad, en función de los materiales dominantes durante el proceso.

También hay que tener en cuenta el tipo de tierra a la que se aplicará el compost maduro. Los terrenos carbonatados (ricos en carbonato cálcico) suelen ser alcalinos, por tanto, aunque el compost sea ligeramente ácido no perjudicaremos las plantas porque esta acidez quedará compensada por la alcalinidad del terreno. En cambio, los suelos graníticos o pizarrosos son más ácidos y, por consiguiente, aceptan perfectamente el compost ligeramente alcalino.

Para conocer el pH de un suelo, y por tanto saber qué tipo de compost se le puede aplicar sin temor a perjudicar las plantas, existen varios métodos. El más preciso y sofisticado es un aparato denominado pH-metro. También se puede utilizar el papel de tornasol, de menor precisión, pero más económico y válido en muchas ocasiones.

Igualmente existen en el mercado otros métodos o aparatos de complejidad y precisión intermedios a los descritos. Todos ellos tienen en común que deben adquirirse, generalmente, en comercios especializados y que la determinación del pH hay que efectuarla en solución acuosa, es decir, la tierra cuyo pH queremos medir debe diluirse en agua antes de someterla al análisis de pH.

Como dato orientativo, resulta útil saber que la naturaleza química de la roca de la que proviene el suelo nos puede indicar el pH del terreno. Como ejemplos, y en términos generales, se sabe que las zonas cercanas a la Sierra de Collserola, el Montseny y muchas áreas de los Pirineos tienen el suelo ácido porque la roca principal es el granito o la pizarra. En cambio, en las cercanías de Montserrat, Sant Llorenç del Munt, los Cingles de Bertí u otras zonas prelitorales, los suelos acostumbran a ser alcalinos porque la roca principal es calcárea.

La dureza del agua que transcurre por un terreno también nos puede indicar el pH del suelo. Las aguas duras suelen corresponder a tierra calcáreas, y por tanto alcalinas, mientras que las aguas blandas acostumbran a estar relacionadas con suelos ácidos.

Sin embargo, el sistema más fiable es la determinación directa del pH del suelo donde se quiera aplicar un determinado compost, con los métodos explicados anteriormente.